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Vicente Walter, 

el albañil que dejó sus obras en las calles de La Boca.

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El muralista que esculpía relieves bajos en cemento a cambio de un plato de comida,

dejó un legado artístico invaluable de más de 400 frisos que custodian los populares caminos que lindan con el Riachuelo.

Por Diego Mudano

La ciudad de Buenos Aires es dueña de una cantidad ingente de escenarios turísticos para quienes deciden caminar sus calles, múltiples muestras de una sociedad visiblemente forjada por un crisol cultural que dejó su huella.

El barrio de La Boca, reconocido nacional e internacionalmente como una meca de la cultura y el arte popular callejero, conserva una constante impronta prevalente de aquellos años en los que fue primeramente habitada por inmigrantes italianos, mayormente genoveses, los "xeneizes".

 

Sin embargo, los estragos del tiempo y la falta de regulación normativa desencadenaron un ineludible resultado negativo para el estado de conservación de las obras de Vicente Walter (1940-2004), un albañil, muralista y escultor que ponderaba su amor hacia los relieves de cemento que realizaba en la vía pública. Como, por ejemplo, el friso ubicado en la fachada de lo que supo ser “La Barca de Bachicha” de 10 metros de largo por 2 de alto. Además, hay trabajos de Walter en el interior de algunas cantinas, bodegones y hasta incluso en la casa de velatorios Cichero. Todas las obras -unas 400- las concretó entre los años '70 y '90.

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